La escritura se enriquece con lecturas,¡quién lo duda!, pero su acción sólo se volverá fecunda si llega a rozar la sombra de una experiencia personal, de un imaginario específico, quizás de una memoria genética. El escritor está condenado desde el inicio, aún aquel que ha cambiado de lenguaje, a responder a los signos que una cultura le ha marcado."Somos todo el pasado", vuelvo a Borges,"somos nuestra sangre, somos la gente que hemos visto morir, somos los libros que nos han mejorado, somos gratamente los otros."
Sergio Pitol, "Trilogía de la memoria"
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