Anoche volví a soñar con estrellas fulgentes sobre mi cama. Esta mañana me he despertado marcado a fuego con el nombre de una de ellas. Mi cuerpo, ungido de sudor y deseo me ha instigado a desearla de repente. Sin embargo, como suele suceder con las estrellas, la misera realidad se me ha revelado a medida que despertaba de mi ensoñación. Se había ido al alba, mientras ambos cruzábamos el frágil puente que nos separaba. Aún así, juro que la seguiré esperando, esquiva estrella. Tu nombre lo tengo marcado a fuego como señal inequívoca de tu presencia en nuestro estrellado tálamo de amor.