En el cruce de la parte de arriba de la suave cuesta, las luces de los semáforos empezaron a emitir su tictac. Al instante, la calle se quedó vacía de coches (...). Entonces el tictac del disco cesó, y como una jauría de perros con la lengua fuera, los coches salieron zumbando de la sombra y subieron la cuesta para desaparecer por la calzada bañada por el sol. Las llantas de clavos estallaban contra el asfalto. (...)En el patio de recreo del colegio, comprimido entre dos inmuebles a veinte metros de mi despacho, se acallaron de repente los gritos de los chiquillos, en los que en ese instante reparé. Había sonado el timbre. Esos sonidos me eran nuevos y desconocidos(...). Cuando se sabe demasiado poco es como si ese poco no existiese. Pero también cuando se saben demasiadas cosas es como si esas cosas no existiesen. Escribir es sacar de las sombras lo que sabemos. De eso trata escribir. No de lo que ocurre allí, no de qué clase de actos se realizan allí, sino del allí en sí. Allí, ése es el lugar y la meta de la acción de escribir. ¿Pero cómo llegar a hasta ese punto?
Karl Ove Knausgard
La muerte del padre.
Mi lucha:I