La misma chica triste que me habla por la noche en susurros y me dice que no hay futuro, que el tiempo se nos acaba tras la última línea de la carta que acabo de leer. Sin voces malsonantes nos despedimos esta noche, con un adiós furtivo. A ti, mujer de breve nombre y desconocido apellido, te deseo lo mejor. Quizá no sepa de ti nunca más pero ya te llevo en mis alforjas, cargadas de muchas cartas que acabaron igual, con un punto y aparte.
Para esa chica triste… puntos suspensivos.
Al final.