La cosa empezó así. A plena luz del día hace más de quince años. La cámara era prestada, no se ni siquiera a quien pertenecía. Creo recordar que era rusa. No estoy seguro. Sólo se que al llegar a casa abrí la cámara, extraje toda la película del chasis y un rato después volví a cargarla de nuevo...
Tardé una semana en disparar todo el carrete y un sólo día, el que revelé este mi primer carrete, para aprender una de las reglas básicas de la fotografía: la paciencia.
Tardé una semana en disparar todo el carrete y un sólo día, el que revelé este mi primer carrete, para aprender una de las reglas básicas de la fotografía: la paciencia.
Días en los que para positivar una copia de papel baritado era necesario coger un bidón de cinco litros, bajar dos plantas de un edificio, llenarlo de agua caliente( cuando digo caliente es muy, muy caliente), volver a subir las escaleras hasta la tercera planta y meterse en una especie de claustrofóbico agujero que hacia las funciones de laboratorio.
Recuerdo el olor a químico impregnarse en la ropa durante días y un viejo radiocassete que vomitaba los sueños de una generación al ritmo de rock n´roll: Eskorbuto, La Polla Record, Iron Maiden, ...
De esa época también recuerdo el ambiente de camaradería, la buena onda y unas ganas locas de comernos el mundo. Nuestra ambición era inversamente proporcional a los conocimientos de fotografía, que por aquel entonces se limitaban a ojear las fotografías de la prensa diaria y de alguna revista especializada que de pascuas a ramos caía en nuestras manos. Los Bresson, Capa, Sieff y compañía vinieron después.
Mientras tanto, seguiamos porteando las garrafas de agua caliente entre planta y planta, entre revelado, paro y fijado. Teminabamos las jornadas con los brazos entumecidos y con unos lamparones amarillos en las copias que hacian saltar lagrimones de impotencia y rabia.
Al de un tiempo, las grúas hicieron su trabajo y convirtieron el laboratorio en grises garajes, igual de oscuros y malolientes pero sin ese calor humano que recuerdo rodeaba nuestras tardes de revelado, paro y fijador. La ropa dejo de oler a químico y nuestros marmóreos rostros vieron la luz del sol.La misma luz que un día velo mi primer carrete.
Puta fotografía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario