lunes, 13 de septiembre de 2010

NAN GOLDIN

Una declaración de Nan Goldin ocupa el núcleo de su veraz e intenso corpus fotográfico: En mi caso no hay distancias para hacer una foto. Es una manera de tocar a alguien: es una caricia. La adolescente fugitiva puso por primera vez en práctica esta filosofía en Boston, en el periodo entre 1969 y 1974, inicialmente en fotografías de sus compañeros de estudio en el patio de la Satya Free school, y luego con las jóvenes drag queens con que se relaciono.
  Aun cuando su obra primeriza como lo había sido la de Arbus al reflejar la disfunción devolviéndola al espectador y pese a la empatía que pudiera sentir hacia quienes vivían en urbanizaciones de clase clase media-baja(...), Goldin produjo un tipo de fotografía clásica. La intencionalidad de los encuadres y el contraste tonal son un escudo protector para contener un impulso degenerado que puede ser contagioso.
Arbus experimentaba clara empatía hacia jóvenes hippies yonquis, las lesbianas militantes y los borrachos de Washington Square con quienes vivió una temporada en 1971, el último año de su vida. No obstante reconocio: Aquello me daba mucho miedo. Quiero decir que podría haberme hecho nudista, podría convertirme en un millón de cosas. Pero nunca en eso, lo que fueron aquellas personas. Había días en que, sencillamente, no podía trabajar allí. Goldin siempre ha vivido con y entre los que fotografía.
 A medida que el trabajo de Nan Goldin avanza  toma más fuerza la idea de ser un diario más que de un documento, lo que conlleva el rechazo de la noción de fotografía elaborada, perfecta. El clic del obturador debe ser regular e hipnótico,como un compás de rock o el latido del corazón(...). La propia fotógrafa ha llegado a depender del acto de fotografiar como herramienta para seguir viviendo. 
Según la interpretación posmoderna, Nan Goldin predecía la época en la que un documento realizado con una cámara prevalecerá sobre los efluvios de la memoria.
Entre sus series, destaco a nivel particular las tituladas Habitaciones vacías y 57 días(Hospital Roosevelt,New York), aunque su obra es tan extensa y personal que merece la pena sumergirse en su excitante y particular mundo.

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