martes, 1 de diciembre de 2015

EL PESO DE LA SANGRE.

Y la guerra se vuelve más odiosa cuando el enfrentamiento desnudo de los guerreros es sustituido por la siniestra épica de la distancia. Al cruzar sus hierros los combatientes tienen, a la fuerza, que pesar la sangre. La épica de la distancia, por el contrario, oculta el peso de la sangre, cuando no la sangre misma. La guerra se hace más odiosa cuando el general, en lugar de ir al frente de sus tropas, otea el horizonte desde lo alto de la colina o cuando el técnico, refugiado tras su ordenador, toca la tecla que matará a miles. La guerra se hace más y más odiosa cuando la sangre se hace inodora, incolora, intangible.

Rafael Argullol.
Visión desde el fondo del mar.